Esta es la historia de Agustin Ndour, la historia de la génesis de la ILP Esenciales

Augustin Ndour es impulsor de la Iniciativa Legislativa Popular Esenciales, apoyada activamente por diversas comunidades Vedruna, que se propone recoger 500.000 firmas para pedir al Congreso la regularización de 500.000 personas en situación administrativa irregular en España. Augustin Ndour es hoy un ciudadano activo, el primer migrante de origen africano que se ha presentado como candidato a la Presidencia del Gobierno en España, a través del partido Por un Mundo más Justo, según destaca él mismo en su cuenta de Twitter. Pero sus primeros años en Europa fueron muy duros: explotación laboral sin límites, miedo a ser detenido y deportado en cualquier momento… Ese miedo a «que te manden a tu casa con lo puesto» condiciona la vida entera, dice. «Mucha gente a la que han devuelto a su país termina suicidándose. Otros se vuelven locos. Las devoluciones son un verdadero drama familiar y social”. Para sacar a otras personas de ese infierno ha impulsado esta ILP.

Esta es la historia de Agustin, la historia de la génesis de la ILP Esenciales:

 

Los primeros años duros en Portugal y en España

Mi primer contacto con la península fue Lisboa, donde llegué en el 99 desde Dakar. Contrariamente a lo que la inmensa mayoría piensan, no todos los inmigrantes vienen en patera. Es cierto que, posiblemente, si no hubiera podido viajar en avión me hubiera embarcado en una patera, como miles de compañeros míos lo han hecho. Pero, en mi caso, pude viajar sin muchos sobresaltos.

Lo que ha sido un poco complicado es mi estancia, porque no esperaba que Europa fuera tan…  complicada. Yo me había hecho una imagen de una Europa opulenta, con gran facilidad para encontrar trabajo… Y no fue así. Primero, al poco tiempo, ya no tenía visados, por lo que caí en la irregularidad administrativa. Pero, aun así, había que trabajar para sobrevivir. Entonces empecé a trabajar con los “papeles” de otro, que es lo que hacían muchos inmigrantes en esa época. Y trabajé en la construcción en la ampliación de las líneas del metro en los túneles. Ahí, bajo tierra, como los topos (¡ja, ja, ja!).  Fue muy duro; fue súper super, super duro, porque en Senegal nunca había trabajado en la construcción.

Algunas veces, por necesidad de la obra, había que entrar a trabajar de viernes a domingo. Entrábamos el viernes a las 8h; a las 12h hacíamos un descanso para comer y dormir un poco. A las 13h empezábamos de nuevo, hasta a las 20h, que cogíamos otro descanso, cenábamos descansábamos un poco… Y a las 21h empezábamos de nuevo hasta las 24h de la noche. Descansábamos hasta la 1:00h de la madrugada para volver a trabajar, ya hasta las 8 de la mañana del sábado. Y de nuevo a las 9 empezábamos hasta las 12… Y así sucesivamente hasta el domingo a las 8, que es cuando salíamos del trabajo y nos íbamos a casa. Era agotador. Era una locura, una auténtica locura. Pero bueno, lo hacía por necesidad y por supervivencia.

Una vez hice estos turnos agotadores y se me ocurrió, como hacía todos los domingos,  llegar a casa, ducharme e ir a misa. Pues ese día lo único que escuché de la misa fue: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, y “Podéis ir en paz”.  Me quedé frito, ¡ja, ja, ja!. Mis amigos se mofaron de mí toda la semana. Y algunos me siguen recordando mis ronquidos.  Fueron años duros.

Al año y pico, casi a los dos años, decidí venirme a España, porque entonces había una regularización, que fue la regulación de José María Aznar en el año 2000. Decidí venirme porque necesitaba tener papeles para legalizar mi situación, porque sin papeles no podía viajar. Fue el “destino” el que me quiso traer a estas bonitas tierras andaluzas. Había un señor en Granada que ayudaba a hacer los trámites de los que veníamos de otros países europeos. Al final, mi hermana me dio la dirección de un chaval que estudió Filología hispánica con ella en la Universidad de Dakar. Él vivía en Navarra y pensé ir allí buscarme la vida en los campos o en lo que fuera, una vez tuviese los trámites hechos. Cuando llegué a Granada empecé a hacer los trámites, pero se me complicó todo enormemente. No entraré en los detalles, porque se me haría muy largo. Tuve que quedarme a Granada para solucionar el tema de los papeles y poder vivir en España legalmente. Ya te digo que fue un principio muy complicado, porque vivía sin papeles en Lisboa. Fueron tiempos muy duros mis 4 primeros años en la península.

La diferencia de tener papeles

Ser una persona sin papeles o una persona con papeles es como el día y la noche. Ya os he explicado por encima mi experiencia de vivir sin papeles en Lisboa. Fue diferente porque allí, por lo menos, tenía la posibilidad de trabajar con la identidad de otro, aunque era consciente de lo delictivo y peligroso que era eso. No te lo puedes imaginar. Pero, en España, vivir sin documentación legal es distinto.

Primero, cuando no tiene los papeles en regla, no cuentas en la sociedad. No cuentas por ningún lado. Aunque está la política de salud universal, dependiendo de la comunidad autónoma donde vivas no te puedes curar cuando enfermas. Pero los que más me pesaba era que siempre andabas mirando atrás, a los lados, por si en cualquier momento cualquier policía te paraba para pedirte los papeles e internarte en los centros de detención para inmigrantes –CIEs- que, en realidad, son cárceles encubiertas. Y, lo peor, mandarte luego a tu casa “con lo puesto” después de 4 años. Eso, de por sí, representaría un fracaso. Mucha gente a la que han devuelto a su país terminan suicidándose. Otros se vuelven locos. Las devoluciones son un verdadero drama familiar y social.  Porque cuando vuelves “con lo puesto” percibes un poco de rechazo por el fracaso de tu aventura. “Mira, Fulanito se ha tirado tanto tiempo y ha vuelto con las manos vacías…”.

En muchas ocasiones, cuando alguien decide emprender la aventura de viajar a Europa, las familias contraen deudas, como si tu viaje fuera una inversión familiar. Algunas veces, hipotecando muchos de sus bienes para poder costear todo el camino, todo el viaje. En mi caso no fue así, pero tenía siempre ese miedo de que me pudieran coger y devolver. Sin estar regularizado no puedes trabajar dignamente; estás expuesto a todos tipos de explotación y de abusos. Y, en algunos momentos, he tenido que vender en la calle, como lo hacen miles de inmigrantes.

Es verdad que yo he tenido suerte. Tal vez el hecho de ser cristiano me abrió muchas puertas, porque como soy católico practicante siempre he acudido y participado en las parroquias del barrio donde he vivido. Así, en un momento que no aguantaba más la venta ambulante por la persecución policial, mi parroquia me permitió poder trabajar haciendo artesanía en unos talleres de la propia parroquia y poder venderlo. No suponía muchos ingresos, pero me permitió no estar corriendo siempre, con la policía detrás. Y eso, la verdad, fue un alivio. Pero todo ese tiempo fue muy duro, y por eso nunca dejaré de agradecer al sacerdote-párroco, Manuel Velázquez, y a algunos feligreses, su apoyo y solidaridad. Cuando veo a mis compañeros en la calle, no puedo dejar de pensar en lo que he vivido y desearles que se puedan regularizar cuanto antes, porque yo pienso que es la única forma de que se dignifiquen y que puedan trabajar dignamente.

Después de regularizarme hace más de 20 años, he podido tener los mismos derechos que tiene cualquier hijo de vecino. Incluso estar en la política activa, para luchar mejor por los derechos humanos y haciendo hincapié en los derechos de los empobrecidos de la tierra.

La diferencia que hay cuando uno tiene papeles, lo primero es la alegría y el alivio que sientes, sabiendo que puedes viajar y ver a tu gente. En mi caso yo tardé casi cinco años sin poder ir a ver a mi familia, a mi gente. Aún así me siento afortunado. Tengo un amigo que llegó el mismo año que yo y estuvo 10 años sin poder volver a Senegal. Y había dejado allí a una mujer y a un hijo. Imagínate a esa persona cuando se le regulariza. De hecho, ese amigo personal –no digo su nombre por razones de privacidad–, que había dejado allí un hijo con unos pocos meses, cuando lo volvió a ver ya tenía 11 años. Imagínate el desgarro que eso supone para él, para su mujer y para el niño. Pero ya te digo que, una vez regularizado, ya puedes tener los “ansiados papeles”, que son la tarjeta de residencia y trabajo. Y así comienzas a sentirte “una persona más”. Esas dos cosas para mí son fundamentales: la libertad y la dignidad. Poder vivir en dignidad y libertad; porque realmente, si no tienes papeles, no estás viviendo en libertad. Estás en una “cárcel abierta”. Por eso hay una diferencia abismal.

Beneficios sociales de la Regularización

Estas son las razones y los beneficios a nivel social.

El informe de la Fundación Por Causa, que es parte de la Comisión Promotora de la ILP, enumera estás 5 razones:

  • Un desafío demasiado grande para ser ignorado. Se calcula que había entre 475 000 y 514 000 migrantes residiendo en España sin papeles al final del 2020.
  • Es lo decente. La irregularidad constituye un poderoso factor de vulnerabilidad y un determinante en los derechos más básicos de las personas, que impide el adecuado acceso a la justicia para las víctimas, limita el derecho a la salud y la educación, multiplica las posibilidades de vivir en la pobreza y deja al trabajador desprotegido frente a la explotación.
  • Nos beneficia al conjunto de la sociedad. Los trabajadores en la integridad pagan impuestos indirectos a través de su consumo. Sin embargo, el empleo en la economía sumergida les impide realizar aportaciones fiscales directas a través de los impuestos y las contribuciones sociales. Se estima que una regularización incrementaría la aportación fiscal neta media de cada inmigrante regularizado en más de 3500 euros por año.
  • Fortalece la seguridad sanitaria. La población inmigrante sin papeles se encuentra entre los potenciales grupos de alto riesgo por las vulnerabilidades sanitarias previas. Vivir en irregularidad también es un factor de alto riesgo epidemiológico en un contexto como el de la COVID-19 u otros que pudieran asemejarse.
  • Se ha hecho antes. Las regulaciones forman parte de la caja de herramientas políticas de un país, son de todos los colores ideológicos y se realizan en todas partes. Desde el año 1986 ha habido 10 regularizaciones.

Regularizaciones previas:

– 1986 (PSOE). 338.181 personas.

– 1991 (PSOE). 109.135 personas.

– 1992 (PSOE). 3.000 personas.

– 1996 (PP). 21.300 personas.

– 2000 (PP). 152 207 personas.

– 2001 (PP). Primera regularización de 36.013 personas; segunda regularización de 24.352 personas; tercera regularización de 122.310 personas.

– 2005 (PSOE). 550.000 personas.

– 2020 (PSOE-UP). No se conoce la cifra. Hay motivos de sobra para una regularización extraordinaria

La campaña Esenciales

“Esenciales” es una plataforma puesta en marcha por varias entidades para poder sacar una ILP (Iniciativa legislativa popular) para una regularización extraordinaria de inmigrantes. La plataforma la componemos distintos colectivos, son 6 entidades los que componemos la comisión promotora y más de 700 organizaciones las que lo apoyan: ONGs y asociaciones civiles y religiosas que están también implicadas y colaborando.

Las ILPs son un mecanismo que tiene la sociedad civil para forzar al Congreso a debatir asuntos de un calado social de gran envergadura. Unos de los muchos requisitos es la recogida de firmas para que el Congreso pueda debatir sobre el tema: se requieren 500.000 firmas. Por eso el lema de campaña esenciales es “500.000 firmas esenciales para derechos esenciales de 500.000 personas esenciales”.

Ya hemos sobrepasado el número de 5000 personas recogiendo firmas, y más 200.000 las recogidas hasta ahora. La verdad es que es muy bonito ver cómo tantísima gente se ha volcado para que los derechos de estas personas se puedan respetar. Ojalá lo podamos conseguir. Ojalá podamos conseguir esas 500.000 firmas para que esas 500000 personas, que calculamos que son las que están en situación irregular, puedan regularizarse y vivir con dignidad y libertad.

Origen de la ILP

El proyecto de la ILP ha tenido mucho recorrido. Nace de una charla entre amigos, compañeros del partido político. Queríamos hacer algo porque veíamos esa injusticia que realmente habría que subsanar como sea. Pero no sabíamos exactamente qué hacer y estuvimos dándole muchísimas vueltas. Hay un montón de anécdotas que podríamos contar. El caso es que, después de muchos meses dándole vueltas, viendo cosas que eran viables o no, nos acordamos de que el movimiento “Regularización ya” había sacado una Iniciativa No de Ley que rechazó el Congreso. Entonces pensamos que debíamos intentarlo con una ILP. No sabíamos con exactitud si realmente podría ser viable. Jorge, el coordinador nacional del partido Por un Mundo Más Justo (M+J), empezó a hablar con muchos contactos, con muchas personas que lo fueron aconsejando y afinando un poco sobre cómo se podría poner en marcha.  Sabíamos que solos no lo podríamos hacer. Entonces es cuando empezó a moverse, a llamar distintas organizaciones de la sociedad civil. Pero lo justo era hacerlo conjuntamente con Regularización Ya, porque ellos –como dije antes– habían promovido una INL con anterioridad.

Entramos en diálogo con ellos para ver cómo hacerlo. Al principio no fue todo fácil, pero se sumaron y luego se fueron sumando otras entidades, otras organizaciones, hasta llegar a seis organizaciones que componen la comisión promotora: el partido Por un mundo Más justo (M+J ), Regularización Ya,  Fundación para la Ciudadanía Global,  Fundación Por Causa, Redes y Alianza por la solidaridad.

Principales objetivos de la ILP

Lo que queremos es hacer “focus” en recoger las 500.000 firmas requeridas. Y no solamente quedarnos en el número de firmas que nos piden, sino recoger por lo menos 600.000 o 700.000 firmas, para estar seguros de, aunque nos rechacen algunas firmas por defecto o duplicidad, llegar al Congreso con un buen colchón. También hay que aclarar que el hecho de llevar las firmas no obliga al Congreso a regularizar directamente, sino lo que hace es obligar al Congreso a debatir el tema, a ponerlo sobre la mesa y hablar de ello.  Para ello, después de depositar las 500.000 firmas entraremos en diálogo con los partidos políticos. Tendremos que convencerles para llegar a acuerdos. Pensamos que cuantas más firmas pongamos sobre la mesa, más conscientes serán de la necesidad de regularizar. Es la sociedad civil la que se ha movilizado por un problema real que hay que solucionar. Es verdad que igual no va a ser tan fácil convencerles por la presión que tienen de ciertos sectores más conservadores. Pero ahí estaremos, conscientes de que no va a ser fácil.

 

En cualquier caso, el hecho de movilizar a tanta gente con la misma inquietud, nos dará lugar a seguir trabajando juntos de una forma o de otra. Hay muchos problemas de justicia social que habrá que poner sobre la mesa. Eso sí, el grado de sufrimiento tiene que marcar la urgencia de la solución. Esto es un primer paso. Obviamente hay más objetivos que nos proponemos más allá de la regularización, pero de momento queremos enfocarnos en lo que tenemos por delante, que no es nada pequeño ni nada fácil, y no nos podemos distraer. Pero es verdad que algunas ideas nos están rondando ya en la cabeza para futuros pasos.

Impacto de la guerra de Ucrania

La guerra de Ucrania ha supuesto un revés, también en toda esa proyección que habíamos hecho.

No sabría decir si la solidaridad que ha demostrado la sociedad con el pueblo ucraniano va a influir en una dirección o en otra. Lo que sí sé es que el enfoque que los medios de comunicación europeos han dado a las víctimas ucranianas de la guerra ha sido muy influyente –y aplaudo y valoro mucho este gran trabajo–. Ello ha dado como resultado esta gran ola de solidaridad inquebrantable. Ahora bien, echo mucho de menos a todas estas buenas personas cuando la OTAN decidió atacar a Libia y generar millones de refugiados en la Frontera Sur, pues ahí a los inmigrantes africanos se les recibe con pelotas de goma, con vallas y muros. En la misma línea nos seguimos acordando del barco Aquarius. Tuvimos que recordar a las autoridades que la denegación de asistencia a personas en peligro es delito. Fue muy triste observar como días tras días se negaban el desembarco a los refugiados del Sur. No está de más recordar los hechos. En el caso de Ucrania incluso ha habido organizaciones que han ido a Ucrania a recoger a gente con autobuses, algo que me pareció maravilloso.

No puedo dejar tampoco de subrayar esta doble vara de medir. Ha sido una auténtica bestialidad lo que se hizo en Libia poniendo a fuego y sangre toda la parte del Sahel por un empecinamiento de ciertas personas de la OTAN, por unos intereses económicos y geoestratégicos. Hasta ahora seguimos sufriendo las consecuencias de aquello de lo que ya nadie habla. En algunos momentos se esclavizaba a los negros refugiados. ¡Qué horror! Tengo la esperanza de que la acogida de refugiados ucranianos, esta ola de solidaridad, nos haga ver que un refugiado es un refugiado, sin importar de dónde viene o que color de piel tiene. No ha de importar si va huyendo de las guerras, del hambre, de la persecución, de la trata de seres humanos… El deber de los políticos y nuestro deber es acoger, proteger promover, integrar, como recuerda frecuentemente el Papa Francisco.

La mejora de las políticas de frontera tiene que ser un imperativo. Es decir, tendría que hacerse sí o sí. Porque Europa, si quiere seguir liderando los derechos humanos como la ha hecho hasta ahora –y como suele presumir de ello–, no puede mirar hacia otro lado. El tema migratorio es sangriento, habría que hacer una política profunda, sería, trabajando desde los países de origen con una política sincera. No solamente con los gobiernos; también implicando a la sociedad civil de los países de donde provienen y de llegada los inmigrantes.

Además, habría que instaurar un corredor en todos los sitios de tránsito por donde atraviesan los migrantes que no pueden tener visado, o los recursos necesarios para viajar legalmente en avión. Que se les garantice su seguridad, porque en esos recorridos están siendo violentados, violados, robados, asesinados. Una bestialidad. Una auténtica bestialidad lo que están sufriendo estos migrantes. Tenemos que poner unos corredores que aseguren las rutas de tránsito. Insisto, lo primero son las vías legales, abrir vías legales en embajada o consulados para que los consulados faciliten los visados para que la gente pueda viajar legalmente, máxime si son refugiados, da igual que sean refugiados de guerra o refugiados económicos. Si realmente lo que quieren es migrar que se pida lo mismo. Que se tenga la misma vara de medir que se utiliza cuando se trata de los europeos, que son los que tienen el “buen pasaporte”. En la práctica, con un pasaporte el occidental puede viajar por todo el mundo. Pues no es mucho pedir, es un mínimo, que tendría que darse en los países del sur. Habría que comenzar por ahí para mejorar las políticas de fronteras: permitir que la gente pueda viajar con seguridad.

Una vez que lleguen, se les tiene que tratar con dignidad; que se les reconozca sus derechos como cualquier refugiado del mundo que tiene sus derechos. Que se les proteja como los más débiles –creo yo– que son, ya que, cuando uno está sin papeles está con todos los derechos negados. Tendría que haber un mínimo para todas las personas, hasta que se les otorgase la regularización. Porque ninguna persona es ilegal. Incluso eso es un insulto. Pretender que hay gente que es legal y gente que es ilegal por su procedencia o por su condición social. Eso confirma la existencia de ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. A los primeros se les respeta sus derechos y a los segundos se les pisotea y se les niega sus derechos más básicos. ¡Hace falta una política migratoria que tenga en cuenta la dimensión humana con su dignidad innegociable lejos de la mercantilización y del utilitarismo para terminar con toda esa política de muerte!

Las fronteras, los muros y las vallas lo que hacen es dificultar la movilidad humana. Pero las vallas no impiden que la gente migre. Además de enriquecer a esas grandes multinacionales que son las empresas de vigilancia de frontera, obligan a los inmigrantes a coger rutas más peligrosas, arriesgando más sus vidas y multiplicando el número de muertos. Las políticas migratorias europeas y españolas son un fracaso, porque cada vez contamos más muertos. El drama migratorio no se puede disociar de las políticas de comercio internacional o, mejor dicho, el robo sistemático de los países del Norte a los países del Sur. No se puede disociar tampoco de la política de seguridad vinculando la migración a términos como avalancha o invasión llevando a la militarización de las fronteras. Ojalá la ola de solidaridad del pueblo español y europeo sirva de estímulo y referente a los políticos europeos.

Es un imperativo legal y ético humanizar la migración.

Augustin Ndour

Fotos i videos: Augustin Ndour