La tortura es la mayor vulneración del estado de derecho

La Audiencia Nacional ha absuelto a Iratxe Sorzabal, dirigente de ETA, de varios atentados que se le imputaban, pues ha reconocido que su confesión se obtuvo mediante torturas. Sorzabal fue sometida por la Guardia Civil a descargas eléctricas, golpes, amenazas, simulacros de asfixia y humillaciones. El terrorismo es una horrible lacra y un gravísimo atentado contra los derechos humanos, pero el Estado no puede combatirlo utilizando métodos crueles, inhumanos o degradantes, prohibidos expresamente por la Constitución Española.

El Estado debe respetar escrupulosamente la ley, pues su legitimidad procede del estricto cumplimiento de este principio. Entiendo la frustración y la rabia de la Guardia Civil, que sufrió enormemente con el terrorismo de ETA (429 asesinatos en algo más de cuatro décadas), pero esos sentimientos no justifican el uso de la tortura. Aceptar esas conductas significaría aprobar los 30.000 asesinatos cometidos por la Junta Militar argentina entre 1976 y 1983. En Argentina, el terrorismo de la extrema izquierda se cobró mil vidas en diez años. Es un dato terrible, pero la injusticia se combate mediante la ley y no con nuevas ignominias.

La ultraderecha tiende a infiltrarse en el ejército y las fuerzas de seguridad del Estado de todos los países. En Alemania, han disuelto unidades de elite tras descubrir que albergaban conexiones con grupos neonazis. Los gobiernos deben estar atentos y evitar esa maniobra. Del mismo modo, la izquierda debe romper definitivamente con su visión romántica de la lucha armada. En los 70, un sector de la izquierda española no ocultaba su simpatía hacia ETA y en 2008, con la aparición de la nueva izquierda, se volvió a flirtear con la violencia revolucionaria del independentismo vasco.

La sentencia de la Audiencia Nacional es una buena noticia. No siento ninguna simpatía por Iratxe Sorzabal, dirigente de una banda asesina, pero como Chema Herzog, diputado del PP, considero que la tortura constituye una aberración. En la entrevista que le hizo Jordi Évole en Salvados, Herzog señaló que la tortura era un método generalizado en la lucha contra ETA y apuntó: «el que lo ha hecho, no tiene ni nombre, aunque milite en las Fuerzas de Seguridad del Estado. Yo no podría ponerle una pistola en la cabeza a un detenido o hacerle la bañera. Antes dejaría la Guardia Civil o la policía».

Sorzabal es un ejemplo de indignidad. Los guardias civiles que la torturaron no merecen otro juicio. En cambio, Chema Herzog aporta esa dignidad que nos ayuda a conservar la confianza en el ser humano. Yo jamás he votado a la derecha, pero desearía que hubiera más políticos como él.

Rafael Narbona

Escritor y profesor de filosofía.