Interviú a Germain Rukuki

 

Os invitamos a leer una entrevista hecha por la ACAT SUIZA a un defensor de los derechos humanos, miembro del ACAT-BURUNDI, condenado a 32 años de prisión, y liberado después de casi 4 años de reclusión.
Muchas ONG y ACAT escribimos cartas para pedir su liberación.
Él explica en su entrevista la importancia, que él mismo captó, de los llamamientos urgentes cuando son numerosas. También cree que estas cartas le ahorraron la tortura física. Este gran apoyo del extranjero lo ayudó mucho a mantener su dinamismo

Ahora, exiliado en Bélgica, todavía ha tenido tiempo para fundar una asociación para defender los defensores de los derechos humanos.

Enero 2023: interviú a Germain Rukuki

«EL RUIDO ALREDEDOR DE MI CASO HA LLEVADO A MI LIBERACIÓN»

Germain Rukuki sabe exactamente lo que significa poner su vida en peligro para defender una causa como la de los derechos humanos. El 2017, el antiguo responsable financiero y administrativo de ACAT-Burundi fue condenado a 32 años de prisión. Después de cuatro años, fue liberado y se exilió en Bruselas. En la entrevista con la ACAT-Suiza, Rukuki explica cómo ha vivido este periodo de terror, y por qué es hoy optimista y lleno de energía.

ACAT-Suiza: Germain Rukuki, con 45 años, su vida es comparable a una novela. ¿Cómo lo lleva?
Germain Rukuki: Desde que mi mujer y mis hijos se reunieron conmigo en Bélgica, el febrero de 2022, estoy muy contento. Mañana nos trasladaremos a un piso más grande, lo cual me complace especialmente. Los amigos de ACAT-Bélgica y otros nos ayudan mucho a encontrar nuestro camino aquí. Sin embargo, me queda un peso muy pesado para llevar, porque me preocupan constantemente mi familia y mis amigos que permanecen en el país, así como todo el pueblo burundés. La situación social, política y económica continúa siendo muy preocupante. Algunas personas evitan el contacto conmigo. Supongo que tienen miedo de ser asociadas a mí a causa de los informes que continúo redactando sobre Burundi.

Volvamos primero a la noche del 13 de julio de 2017. Usted y su familia fueron despertados por decenas de miembros de las fuerzas de seguridad, asaltando su casa en la capital, Bujumbura. ¿Cómo vivió ese momento?
Sabía que estaba en peligro. Ya había escapado a otras detenciones, a un atentado e incluso a un secuestro. Sin embargo, la detención fue un choque. Estaba seguro de que me matarían. A pesar de esto, yo mantenía un ademán tranquilo para evitar infundir miedo a mi esposa, a mis hijos y a otras personas a mi cargo. Mi segundo hijo no dejaba de llorar. Acompañado por oficiales, le compré bombones en la tienda de al lado para calmarlo, pero no sirvió de nada. Mi esposa estaba embarazada y muy estresada. En el momento de mi detención, les hice un signo de la cruz y de despedida. Creía que marchaba por siempre jamás.

Después pasó cuatro años en la prisión. Un periodo difícil…
He sufrido mucho. En Burundi se violan sistemáticamente los derechos de las personas detenidas y esto es todavía peor para las personas que están en la prisión por motivos políticos. Pero todo esto era mucho menos grave de lo que esperaba, es decir, mi muerte. ¡Estaba vivo! Mis hijos y mi esposa estaban protegidos. Esto me daba ánimos. Tenía la esperanza de reencontrarme un día con mi familia y conocer mi tercer hijo, que nació cuatro meses después de mi detención.

¿Qué le da esta confianza? Estaba usted vivo, pero condenado a 32 años de prisión: el veredicto más severo que la justicia burundesa nunca había pronunciado contra un defensor de los derechos humanos.
Esta pena fue injusta y fue dictada basándose en acusaciones infundadas y manipuladas. Tenía la seguridad de mi inocencia. La justicia nunca encontró pruebas. Un día, durante el juicio, dije a los jueces que, incluso si el Ministerio Fiscal disponía de cien años, nunca podría encontrar pruebas contra mí. Por esta razón, siempre he estado convencido de que me liberarían pronto. Además, estoy seguro de que el día de mi muerte está determinado por Dios, y no por los jueces o los verdugos de Burundi. Esta fe me ayudó mucho.

Muchas personas del movimiento ACAT han pedido para usted y por su liberación. ¿Una forma de acción útil a sus ojos?
La plegaria es una especie de intervención. A través de la oración, aunque sea de pocas palabras, podemos pedir a Dios que nos ayude. En mi caso, lo ha hecho.

¿Cuál es su opinión sobre el elemento decisivo para su liberación?
Había mucho de ruido sobre mi caso. El día de mi detención, todo el mundo hablaba en las redes sociales. En el momento del interrogatorio en el Servicio Nacional de Información, un Comisario vino a explicar a un colega suyo que me estaba interrogando que los mensajes que alertaban sobre mi detención estaban llegando en gran cantidad. La FIACAT (Federación de ACAT), las redes de ACAT, Frente Line Defenders, Amnistía Internacional y otros muchos llevaron a cabo acciones. Todas estas cartas y campañas dieron a conocer mi caso en todo el mundo. Hicieron actuar a los diplomáticos para que presionaran a las autoridades de Burundi. Las Naciones Unidas preguntaron al Gobierno de Burundi sobre mi caso. Nunca recibieron respuesta. Todo este ruido ha ayudado a desenmascarar la disfunción de la justicia burundesa y condujo a mi liberación.

¿Estaba al corriente de estas acciones?
Como prisionero, no me era fácil comunicar con el exterior. Estaba siempre vigilado, incluso por otros prisioneros a los cuales se los había confiado esta tarea. Sin embargo, algunos guardianes eran amables y me transmitían información de mi familia o del presidente de ACAT-Burundi, que ya se encontraba en Bruselas. Por esta vía, también pude dar mi acuerdo a Amnistía por la campaña «Escribir por los Derechos» lanzada el día del cumpleaños de mi tercer hijo.

¿Estas acciones no habrían podido tener consecuencias contraproducentes? ¿Por ejemplo, condiciones de detención más duras?
No me importaba mucho. Ya era víctima; lo esencial era evitar que otras personas se encontraran a su vez injustamente amenazadas. El apoyo de todo el mundo me ha animado mucho a continuar siendo optimista y resiliente

¿Ha estado usted torturado?
No físicamente. A pesar del hecho que la tortura es omnipresente en Burundi, las acciones internacionales a favor mío me han salvado de la tortura física desde el primer día. Sin embargo, he tenido que enfrentarme a otras persecuciones y privaciones de mis derechos, tanto en las celdas de detención del Servicio Nacional de Información como en la prisión.

Ustedes continúan defendiendo los derechos humanos en Burundi desde Bélgica. ¿Cómo procede usted?
Fundé una organización llamada «Juntos para el apoyo a los defensores de los derechos humanos en peligro» (ESDDH). Se creó para los defensores de los derechos humanos, que a menudo están sometidos a detenciones arbitrarias. Basándose en mi experiencia de detención, la asociación también quiere implementar condiciones carcelarias que sean humanamente aceptables en las prisiones de Burundi. Estamos publicando informes basados en la información recogida por nuestros observadores en Burundi. Además, hacemos un trabajo de defensa ante instituciones nacionales e internacionales que protegen y promueven los derechos humanos.

¿Tiene algún impacto su trabajo, a pesar de la gran distancia geográfica entre Bélgica y Burundi?
Sí. Por ejemplo, en 2021 hice un llamamiento de ayuda a una institución extranjera a favor de un burundés secuestrado a pleno día. Fue encontrado y liberado. Nuestros informes se envían a las autoridades de Burundi y, me consta que los leen. Mi trayectoria, junto con la experiencia de la prisión, me da una gran credibilidad al denunciar las malas condiciones y otras violaciones de los derechos fundamentales en mi país.

¿Un compromiso que quizás tiene un peligro para usted, incluso en su país de refugio?
En general, me siento seguro aquí. Pero es cierto que el acoso continúa. A veces recibo mensajes anónimos en los que se habla de mis familiares en Burundi. Y la regularización de mis hijos en Bélgica se hace esperar porque las autoridades burundesas afirman que no pueden entregarnos sus certificados de nacimiento.

Después de todo el que ha vivido, ¿cómo describiría su estado de ánimo actual?
Me siento muy estimado. Y estoy orgulloso. He podido contribuir al hecho que el mundo sepa hasta qué punto la justicia burundesa es el servidor del poder ejecutivo y, por lo tanto, que haya menos víctimas. Y estoy orgulloso de las vidas que he salvado. Ya como voluntario de ACAT, pude evitar ejecuciones extrajudiciales durante mis visitas a lugares de detención. Más tarde saqué del país a una persona que arriesgaba su vida a causa de su activismo. Después, en 2017, durante el interrogatorio, después de mi detención, cuando estaba entre rejas, conseguí prevenir a varias personas que también eran objetivo de las autoridades. De este modo, su vida se salvó.

¿La oración os da fuerza?
Para mí, ser cristiano significa actuar con un espíritu de respeto. Yo rezo, pero tampoco hay que sobreestimar la oración. Es un primer paso. Lo más importante para mí, es el acto de empatía, de compasión y de dedicación hacia el prójimo. Si se puede hacer una cosa justa y positiva para la sociedad, hay que actuar, sin vacilaciones y sin miedo. El momento de hacer una buena acción hacia los otros es ahora, pues el mañana está muy lejos y no nos pertenece. Tenemos que intentar ser una referencia para la sociedad. Estamos en la tierra para proteger y salvar a las personas.

¿Qué pasa con los verdugos?
También ellos necesitan protección y rescate. Hay que ayudarlos a cambiar porque nadie nace criminal. Es la sociedad la que empuja a algunas personas a convertirse en criminales.

¿Cómo ve usted el futuro de Burundi?
Desde que nuestro país se hizo independiente de Bélgica el 1962, las guerras y las crisis cíclicas con connotación étnica han llevado el luto a Burundi. El pueblo está cansado. Necesitamos una solución que reúna todos los componentes sociales del país en lugar de dividirlos. Quiero ver algún día a cualquier ciudadano del país designado como burundés, en lugar de ser etnia. Creo que la clave de una paz duradera reside en la reconciliación, abandonando la vía de la venganza y eligiendo la del perdón. Las víctimas tienen que hacer el primer paso. ¿Los verdugos rechazarían el perdón? No lo creo. Tenemos que crear una cultura de perdón y amor.

Esto parece más fácil de decir que de hacer…
A pesar de todo, creo que sí. Estoy trabajando para conseguir este objetivo y estoy seguro de que será posible. El pueblo burundés, en su conjunto, unido y pacífico, de manera duradera, será mi orgullo.

(Contexto) El «dosier Germain Rukuki» en breve:

Germain Rukuki (45) ha hecho estudios en economía política en Bujumbura. Miembro de ACAT-Burundi desde 2004, visita centros de detención en Burundi de 2006 a 2010. El año 2011 se convirtió en el responsable de los asuntos financieros y administrativos de la organización.
El año 2015, el presidente de la época, Pierre Nkurunziza, se hizo escoger para un tercer mandato violando la Constitución y el acuerdo de Arusha. Perseguía a los defensores de los derechos humanos y a los oponentes políticos, a los que hacía responsable de las manifestaciones contra su tercer mandato, ilegal. ACAT-Burundi fue prohibida. Varios miembros de la organización –como unos 400.000 otros Burundeses– abandonaron el país. Continúan trabajando contra la tortura y los maltratos desde el extranjero. Rukuki permaneció en el país y empezó a trabajar para la Asociación de Juristas Católicos de Burundi (AJCB). Sin embargo, el régimen considera Rukuki el responsable de ACAT-Burundi. Germain Rukuki fue arrestado el 13 de julio de 2017. Cuando las fuerzas de seguridad vuelven a su casa unas horas más tarde para detener su esposa, esta última ya no está allá. Después de la detención de su marido, ella abandonó inmediatamente el territorio de Burundi. El 26 de abril de 2018, Germain Rukuki fue condenado a 32 años de prisión por «rebelión», «atentado contra la seguridad interior del Estado», «participación en un movimiento insurreccional» y «atentado contra el jefe del Estado». En julio de 2020, esta condena fue anulada. Siguió una revisión de los hechos con nuevos jueces ante el Tribunal de Apelación. El 21 de junio de 2021, su pena de 32 años se redujo a 1 año. Solo restó la acusación de «rebelión». Después de su liberación, Germain Rukuki vivió tres meses en  clandestinidad en Burundi. En septiembre se exilió en Bélgica. Su mujer y sus tres hijos, que se encontraban en Ruanda, se reunen con el, en Bruselas, en febrero de 2022.

Entrevista realizada por Katleen de Beukeleer (ACAT-SUIZA)

AUTOR DEL TEXTO Y DE LAS FOTOS: ACAT-SUIZA

AUTOR DEL TEXTO Y DE LAS FOTOS: ACAT-SUIZA