FUNDAMENTOS

ACAT (Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura) es una asociación ecuménica que reúne cristianos de todas las confesiones, para luchar para la abolición de la tortura, la pena de muerte Y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes. Los cristianos nos comprometemos a luchar por un mundo sin tortura, porque este azote es incompatible con la dignidad humana. Es en el evangelio donde encontramos nuestra fuerza para la acción. La fe en el Cristo muerto y resucitado nos da la fuerza de esperar y de actuar para la abolición de la tortura.

FRATERNIDAD UNIVERSAL

ACAT profesa que nuestro padre común es Dios y que, por esta razón, somos hermanos los unos de los otros. El Génesis llega a decir que el hombre y la mujer, han sido creados a imagen viviente de Dios. Nuestros hermanos torturados o maltratados, son por lo tanto, una imagen desfigurada de Dios; atendida la referencia a este Dios creador, todo ser humano tiene un valor en él mismo, independientemente de toda consideración religiosa.

Cada ser humano es, pues, querido por Dios como un fin digno de respeto y de atención, y como tal tiene un valor absoluto. Solo él es un fin en él mismo, solo él es verdaderamente sagrado: y podemos hablar literalmente de sacrilegio cada vez que un hombre o una mujer es utilizado como instrumento al servicio del provecho, o de la defensa de un partido, o de una política, o cuando es sacrificado.

Proclamar, en la fe, que el hombre/mujer es imagen de Dios no representa una fórmula vacía, sino la afirmación de una responsabilidad y un llamamiento a la acción. El Dios del Éxodo ya es este Dios de amor y de libertad que llega hasta el extremo de encarnarse Jesucristo.

Aquí convendría releer el capítulo 25 de Sant Mateu:

Tuve hambre, y me disteis de comer; estaba en la prisión, y vinisteis a verme; desnudado, y me vestisteis.

Señor, ¿cuando os hicimos todo esto?

En la medida en que lo hicisteis a uno de estos hermanos míos tan pequeños.

LA PLEGARIA

La fe en Jesucristo, crucificado y resucitado, nos da la fuerza de esperar y de actuar para la abolición de la tortura.

El hecho de la Resurrección de Jesús, la fe en Jesús vivo, Señor y Salvador, es en el corazón de la lucha y de la esperanza cristiana. Este mundo no es un callejón sin salida.. La muerte no tiene la última palabra. Porque como escribe Olivier Clément “el cristiano es un viviente que tiene la muerte detras de él y no delante, puede ponerse en movimiento contra todas las formas de violencia y de muerte”.

Esto es lo que empieza recordando la carta fundacional del FI.ACAT: La fe en Jesucristo, crucificado y resucitado, vencedor de la muerte, nos da la fuerza de esperar y de actuar para abolir la tortura. Los cristianos estamos invitados a testimoniar el paso de Jesús por el sufrimiento, por la opresión, por la tortura. No los ha suprimido ni ensalzado.

Si Jesús, testigo del amor de Dios, ha pasado por el sufrimiento, es para iluminar un futuro de vida. En el corazón de la noche del huerto de los olivos, Cristo se ha abandonado a manos del Padre.

Se abandonó al Amor que misteriosamente lo liberó de la muerte. Vivir la resurrección es proclamar con los primeros discípulos:

¡Cristo ha resucitado!. Que tal vez no es esto, revelar, a traves de nuestros gestos, en cada ser humano amenazado, oprimido, que ya no esta solo, incluso en la noche de la tortura.

En la lucha contra la tortura, la plegaria puede parecer inútil: ¿por qué pedir a un Dios que se mantiene mudo ante el sufrimiento?

Aun así, la plegaria es el cimiento indispensable y la prolongación de la acción. No es evasión ni pasividad, sino como un recuerdo, el reconocimiento de la pobreza y de la impoténcia humana. Del mismo modo que la plegaria de la Iglesia se eleva a Dios sin descanso mientras Pedro está en la prisión (Hechos 12), la plegaria de los miembros de ACAT sostiene a distancia los torturados, englobándolos en la inmensa plegaria universal.

Esta oración de súplica y de intercesión por los torturados de todos los regimenes tiene en cuenta los torturadores, víctimas, ellos también, de sistemas monstruosos que los deshumanizan. Esta plegaria pone barreras a la espiral de venganza porque destierra el odio.

La plegaria no excluye, evidentemente, la acción. Al contrario, nos lleva, puesto que el cristiano no tiene que renunciar nunca a actuar sin cesar para favorecer el desarrollo de la justicia, a promover los derechos humanos y sancionar todas las desviaciones sin excepción. Desde este punto de vista, la oración es también alabanza a Dios y acción de gracias por lo tanto coraje individual, por el rechazo de la resignación y por las liberaciones conseguidas. Estas alabanzas y acciones de gracias pueden seguir, como propone ACAT, los tiempos litúrgicos:

Durante el adviento, alabanzas por la dignidad del hombre

Durante la cuaresma, por el valor de las víctimas

Durante el tiempo pascual, por el triunfo de la vida

Durante la ascensión y el pentecostés, por la liberación de los presos

«Frente a la trágica amplitud con que la tortura se ha extendido por el mundo, invitamos vivamente las iglesias a denunciar el uso y la complicidad que lo acompaña. Rogamos inmediatamente a las iglesias que denuncien la existencia, que rompan el silencio, y desenmascaren las estructuras responsables de esta violación de los derechos humanos. En la cuestión de la tortura, no puede haber ninguna divergencia de opinión. Unidas, las iglesias pueden hacer – y hace falta que lo hagan – un papel predominante en la abolición de la tortura.»

Declaración sobre la tortura, del Consejo Ecuménico de las Iglesias, 1977.